La exposición de una mujer embarazada a agentes tóxicos puede tener consecuencias negativas en el niño y provocar afecciones tales como debilidad muscular, inflamación del páncreas y cambios en la distribución y la cantidad de grasa corporal. Un equipo del laboratorio de Investigación Muscular y Función Mitocondrial del Hospital Clínico de Barcelona ha revisado la información disponible sobre toxicidad mitocondrial en embarazadas durante los últimos diez años. En su informe, los investigadores plantean alternativas para evitar el daño que el contacto con los tóxicos mitocondriales puede ocasionar en la gestante y el bebé.
Y es que la toxicidad se puede transmitir de la madre al feto porque la placenta no actúa como barrera para todas las sustancias. Los agentes tóxicos tienen la capacidad de viajar por el torrente sanguíneo de la madre y llegar hasta el feto durante su desarrollo atravesando cualquier filtro protector. Esta contaminación puede producirse en cualquier momento desde la concepción hasta que termina la lactancia.
Dependiendo del tiempo de exposición, de la dosis de cada tóxico y de la fase del embarazo en la que se reciba, la toxicidad en las embarazadas será más probable. También existe una predisposición genética que puede determinar que la persona sea más resistente o vulnerable a esa exposición.
Las consecuencias para la madre y el feto pueden ser desde asintomáticas (sin manifestaciones clínicas evidentes), hasta mortales en contadas ocasiones. Según los expertos, la toxicidad es la responsable de los problemas obstétricos de las gestantes: parto prematuro, restricción del crecimiento intrauterino, preeclampsia, etcétera. También puede causar pancreatitis, encefalitis y miopatías.
ncG1vNJzZmibpZ6xosDEqaOuq16irrOvwGeaqKVfp7Kxvs6drJybmaS7cLHMm5irmaqkfHN8kG5maWxfZn1wvsCzpqedo2Kyt7XTmqlmnailvLS1wqKmp2WRnLKvwMSsZK2nqJ6wsL%2BMnayrmZ6psm6xzJuYq5mqpHp2fZNqa2egpKK5